En el puente de diciembre me fui de viaje a la isla de Ibiza junto a mi madre, una amiga suya y su hijo. Era un viaje que ellas tenían planeado desde hace un tiempo y al que yo me uní en el último momento. Al ser temporada baja, Ibiza estaba vacía y apagada, pero eso nos vino bien a nosotros, que solo queríamos ver con tranquilidad la isla y sus paisajes. Comimos pan con alioli y vimos unas cuantas calas realmente bonitas.
La última noche me quedé a dormir yo solo en el Hostal Sunset Ibiza de Sant Antoni de Portmany, y pasear ese lunes 9 de diciembre por las calles del barrio se hacía extraño: había altavoces dispersos por las avenidas que reproducían música pop y navideña, pero al no haber casi nadie por la calle, aquello parecía un pueblo fantasma, o esa escena de Polar Express en la que los niños se extravían por la ciudad del Polo Norte después de robar uno de los vagones del tren, y pasean por calles desiertas con una música festiva de fondo que acaba por tornarse perturbadora.
Aquí tenéis algunas fotos que hice:
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