Diario de una desconexión o cómo es la vida sin móvil

Mi nombre es Natalia y quiero compartir con vosotros a través de este diario cómo es mi vida sin móvil, algo que aparentemente parece una simple estupidez pero que alberga la ruptura de una rutina, la adaptación a un nuevo ritmo de vida y la dependencia tan asumida que tenemos a nuestros teléfonos.

 

Día 1 de desconexión

Cuando recibí la noticia de que estaría varios días sin tener móvil no sufrí ni por un segundo esa ansiedad propia de alguien a quien le quitan algo a lo que es adicto, al revés, lo vi una oportunidad de deshacerme de aquello que a veces llegaba a atosigarme. Ahora podría estar desconectada de todo y de todos sin necesidad de preguntas o represalias.

Soy una persona que usa continuamente el teléfono, para absolutamente casi todo, supongo que como la mayoría de la sociedad. Con él miro las notificaciones de la universidad, organizo trabajos en grupos a través de whatsapp, miro el dinero que me queda en la cuenta bancaria, hablo con mi familia ya que vivo lejos de casa y paso largas horas sin el remordimiento de que tengan que aportarme nada. Cualquier persona, hasta yo, pensaría que me iba a suponer más trabajo del que me ha supuesto el hecho de abandonar durante esos días esa parte de mi rutina.

En un primer momento sólo se me pasó por la cabeza el que iba a ser el primero de los muchos inconvenientes que iban a surgir como consecuencia de mi desconexión. Estoy en ese momento de la vida de cualquier universitario en el que estoy buscando prácticas y las empresas están empezando a ponerse en contacto con los alumnos. Estaba segura de que justo en estos días en los que estoy sin teléfono todas las empresas se agolparían en mis llamadas entrantes para ofrecerme el puesto de mi vida, pero esa sensación solo duró unos minutos porque no se puede luchar contra el destino y las situaciones irreversibles.

Cuando han venido a por mi teléfono era ya por la tarde, quizás las cinco o las seis, ha sido un mensajero el que se lo ha llevado y justo en el momento de dárselo he sentido como si me estuviera desprendiendo de una parte de mí, de repente he tenido más dudas que respuestas.

Al cabo de unas horas he seguido con mi vida y una idea ha pasado por mi cabeza: la alarma. Cómo me iba a despertar al día siguiente a las 7:30 de la mañana si el único aviso de que debía hacerlo me lo daba ese móvil que ya no tenía. He sentido pánico y desconcierto. A todo esto, se le suma el hecho de que vivo sola y que mañana no tendría a mi madre o a mi padre detrás de la puerta avisándome de que era la hora de levantarse.

 

<<me di cuenta del terror que le tenemos al aburrimiento>>

 

Tras esta segunda crisis he bajado a comprar ese reloj que todos teníamos olvidado y tantos años han acompañado a nuestros abuelos. Ese que suele estar al lado de la lampara, sobre la mesilla de noche y funciona con pilas.

Al acostarme he sentido la ausencia, el silencio y la soledad, todo al mismo tiempo y con la misma intensidad. No me acuerdo la última vez que dormí sin el móvil en la mano. El móvil me acompañaba hasta que el sueño era más fuerte que mis fuerzas para mantener los ojos sobre la pantalla.

En ese silencio obligado en el que me sumergí pude encontrarme, a mí y a todos los sentimientos que llevaba conmigo. Aquellos que muchas veces obviaba por estar demasiado ocupada en alguna conversación eterna.

Haciendo un análisis retrospectivo me di cuenta del terror que le tenemos al aburrimiento. Suele ocurrir que cuando no tenemos nada que hacer, o sí, cogemos el móvil y entramos en lo que yo defino como el bucle infinito: ese que te hace pasar por todas las redes sociales una y otra vez. Comienzas enviando un tweet por algún grupo de whatsapp que te hace querer quedarte a ver las reacciones, pero mientras esperas vas a refrescar twitter, miras qué nuevas historias hay en Instagram y abres de nuevo whatsapp desde donde vuelve a repetirse el ciclo mencionado.

Mi último pensamiento esa noche fue acerca de qué ocurriría mañana, a qué nuevas situaciones debería enfrentarme, las cuales cualquier persona con móvil solucionaría en un minuto y a mí me supondría el doble de esfuerzo y tiempo.

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